Uno de los factores que puede influir a un consumidor sobre comprar o no un producto es la textura, la cual se distingue no sólo mediante el sentido del gusto, sino a través de la vista y el tacto.
La textura de los alimentos depende de su composición original y del proceso que atravesó en la producción. Estos atributos sensoriales dicen mucho sobre el sabor, la calidad, los ingredientes e incluso el estado del alimento:
- La textura adecuada hace que sea más fácil para el consumidor identificar qué alimento es.
- Si una papa frita estilo chip no es crujiente o una rebanada de jamón se siente pegajosa, entonces los consumidores saben que el producto no está fresco.
- Al masticar, las partículas más pequeñas de una comida se rompen y su sabor se desprende más para que sea percibido por la lengua.
- Los alimentos con más textura requieren masticarse por mayor tiempo. Esto activa sensores en el organismo que detectan la llegada de calorías y logran que la persona se sienta satisfecha sin ingerir grandes cantidades.